Barcelona (Redacción).- Sorpresa entre los expertos en moda tras el descubrimiento de cuatro sujetadores de alrededor de 600 años en un castillo austríaco.
El diseño de la ropa interior actual fue pensado hace poco más de 100
años para que las mujeres abandonaran sus apretados corsés. Ahora
bien, las versiones de lino desenterradas por los arqueólogos datan de
la Edad Media, según ha explicado la Universidad de Innsbruck, informa The Guardian.
Hilary Davidson, del Museo de Londres, ha señalado que se trata de un
objeto muy particular, "es exactamente como un sujetador (moderno)".
Las prendas fueron desenterradas en 2008, pero el descubrimiento ha sido
difundido por un programa de historia de la BBC.
jueves, 19 de julio de 2012
Descubierta ropa interior de la Edad Media con diseño actual
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sábado, 7 de julio de 2012
El Códice Calixtino recuperado estaba en una bolsa de plástico
En un garaje de O Milladoiro, una ciudad dormitorio a cinco kilómetros de Santiago, envuelto en bolsas de basura y
cartones junto a una pila de ladrillos. Así se ha encontrado, en
perfecto estado según la Brigada de Patrimonio Histórico de la policía,
el Códice Calixtino, una guía de viajes del siglo XII que faltó
de la catedral compostelana hace exactamente mañana un año.
Los agentes
habían detenido al que fue desde el primer momento (cuando a comienzos
de año se descartó la hipótesis del tráfico de arte internacional) el
principal sospechoso, Manuel Fernández Castiñeiras, un electricista que
había salido de mala manera del templo después de realizar labores de
mantenimiento durante 25 años. Junto a él fueron detenidos su esposa, su
hijo y la pareja de este último.
Tras registrar varios domicilios de esta familia en Santiago, O
Milladoiro y Negreira (A Coruña) y otra casa en la localidad de O Grove
(Pontevedra), los investigadores hallaron 1,2 millones de euros y una
colección de libros y objetos de carácter sacro, incluidos ocho
facsímiles del propio Códice. El tesoro medieval ha sido
trasladado bajo escolta de cinco vehículos a la Catedral de Santiago
para un reconocimiento exhaustivo, y a las cinco y media de la tarde el
arzobispo, Julián Barrio, confirmaba la autenticidad posando para la
prensa.
La policía también descubrió durante los registros un juego de llaves
del templo. No fue gracias a la ayuda de los detenidos, que según
fuentes conocedoras del caso se resistieron a colaborar durante los
interrogatorios, sin ofrecer una sola pista acerca del destino del
Códice. A media mañana, cuando ya habían escuchado a todos los
detenidos, algunos investigadores perdieron la esperanza de recuperarlo y
se centraban en desvelar la procedencia del millón de euros, imposible
de justificar para un autónomo con un pequeño negocio de electricidad
que incluyó hasta hace unos años las chapuzas en la Catedral.
Tras peinar todas sus propiedades, el hijo del hombre al que apuntan
todos los focos y que hoy prestará declaración en el juzgado habló de un
garaje de O Milladoiro situado en la calle A Curuxa, a 200 metros de la
vivienda familiar. Y allí los policías, que perseguían nuevos fajos de
billetes, se toparon con la pieza. Testigos que colaboraron en la
investigación contaron a los periodistas que el juez encargado del caso,
José Antonio Vázquez Taín, a punto estuvo de llorar en cuanto supo del
hallazgo.
Hace unos meses que la tensión provocada por la investigación le
causó una úlcera. “Es de los casos más difíciles y de los mejor hechos
que me han tocado”, llegó a comentar el magistrado en una ocasión. “Se
cuentan muchas cosas, pero la verdad solo la sabemos tres personas.
Estamos luchando contra todo y no confiamos en nadie. Hubo expectativas
de culminar la operación en Semana Santa, pero no pudo ser, porque lo
que no se puede hacer es poner en peligro la integridad del Códice.
Algunas declaraciones que salen por ahí son un suicidio absoluto”. Como
si se tratase de una operación de diseño, el culmen ha llegado 365 días
después de que el deán, José María Díaz, primer responsable del Códice
por ser canónigo archivero, se percatase de su ausencia.
Atrás quedan horas y horas de pinchazos telefónicos a los principales
sospechosos, el relato de medio centenar de testigos que la policía
visitaba de vez en cuando en la Catedral para aclarar las numerosas
contradicciones en que todos iban incurriendo, y el intento a la
desesperada del juez, la policía y el fiscal para que el presunto autor
del robo devolviese por las buenas esta joya literaria. También son
muchos los misterios que subsisten en torno a las circunstancias, móvil y
colaboración de terceros en la sustracción de hace un año, que sin duda
opta ya al título oficioso de robo del siglo en lo que a Edad Media se
refiere, con permiso de los esmaltes de Aralar.
El hecho de que el electricista Manuel Fernández Castiñeiras manejase
las llaves del templo y algunas de las conversaciones grabadas han
convencido a los investigadores de que entre él y el deán hubo en
tiempos una estrecha relación personal. Pero un desencuentro, según las
mismas fuentes, los enemistó para siempre. La policía sospecha que el
arrestado actuó para vengarse. Su conocimiento al milímetro del templo y
los agujeros en la seguridad se lo pusieron en bandeja. Según un
investigador, el deán, que ya supera los 80 años de edad, últimamente
había bajado la guardia e introducía en lugares prohibidos a peregrinos y
visitantes con los que empatizaba. Los elegidos podían ver el Codex Calixtinus,
el resto de la gente no. “Si el deán hubiera velado por el Códice en
vez de cuidar otras cuestiones”, comentó la misma persona relacionada
con el caso, “puede que el robo nunca se hubiese producido”.
La hipotésis que maneja la policía —en una investigación que han
realizado la mencionada Brigada de Patrimonio Histórico y la Brigada
Central de Delincuencia Organizada— para explicar el millón largo de
euros que encontraron en la vivienda del extrabajador de la Catedral es
que el electricista estuvo apropiándose de dinero del cepillo y de otros
objetos de valor en la iglesia durante más de dos décadas. La propia
cúpula eclesial había contado que ese fue el verdadero motivo para
despedir a su operario de toda la vida.
En realidad, hace años que falta dinero de los cepillos de la
catedral. Se lo comentaba hace algo menos de un lustro un canónigo a
este diario. Faltaban una y otra vez generosas dádivas de las muchas que
entran en este centro universal de peregrinaje católico que encabeza
año tras año la lista de los templos más visitados de España. Y no solo
dinero, también piezas de arte sacro de las que nunca más se supo y cuya
desaparición tampoco fue denunciada porque no se echaban en falta. La
ausencia del Libro de las Horas hallado en casa del electricista, en cambio, sí que había sido comunicada.
Los investigadores creen que no solo eran responsables de los hurtos
el electricista y la familia que lo encubría. Durante las pesquisas
comprobaron que había personajes habituales del entorno eclesiástico con
muchas cosas que ocultar. “Algunos mentían como cosacos, y otros se
escabullían”, recuerda un miembro del equipo que rescató el Códice, “por
una cuestión o por otra, consideraban que tenían algo que esconder, que
eran sospechosos de primera y se cerraban en banda”.
La policía abandona el garaje donde estaba alojado el Códice / Manel González
Salvo durante el último Año Santo Compostelano, en 2010, la seguridad
en la catedral brilló por su ausencia. Aún hoy, doce meses después del
robo del siglo, no escolta el templo, generoso en puertas y escondrijos,
más que un vigilante profesional.
Después de ser despedido, Manuel Fernández Castiñeiras, de algo más
de 60 años, siguió yendo a diario a misa a la seo compostelana. Esta era
su costumbre: de lunes a viernes tomaba un café con leche en la
cafetería La Quintana, a la que acuden otros trabajadores de la
basílica, y se encaminaba a la catedral. Aunque su conversación de bar
favorita, mientras leía la prensa, era la corrupción política, hablaba
muchas veces del robo del Códice y llegaba a decir que le extrañaba que
no se lo hubieran “llevado antes” por lo “desprotegido” que estaba.
También hablaba de los miembros del cabildo, que según él le debían unos
40.000 euros. “Se llevaba bien con sus excompañeros, los empleados de
la catedral, pero contra los curas despotricaba, decía que eran unos
ladrones”, contaba un camarero. El martes, horas antes de su detención,
el electricista todavía cumplió con su rutina y fue a la catedral.
Tras conocer el desenlace de este abracadabrante suceso, el deán se
presentó como la principal “víctima” de la desaparición del Códice.
Ratificó sus sospechas que no dejó de hacer públicas durante este último
año y que siempre apuntaron al ahora detenido. Tras lamentar “lo
sufrido” durante 12 meses se congratuló de que el próximo viernes el
libro vuelva al templo, y anuncio para tal evento la visita del
“ministro de la Gobernación”.
Fuente: El País
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