jueves, 3 de septiembre de 2009

Entrevista al historiador Manuel Fernández Álvarez

20.09.07 • 15:39 GMT • Javier Monjas - Madrid
  • "La integración de Turquía en la Unión Europea es un riesgo que es necesario correr".
  • "Los moriscos eran los colaboradores de la piratería berberisca del norte de África. Eso está documentado y probado".
  • "España fue un gran pueblo dentro de la historia del mundo. Supo realizar su papel en la historia".

En los años cuarenta fue advertido por algún gran historiador de la época de que mostrar en sus estudios las miserias de Felipe II podría terminar con su carrera por enfrentarse su versión con el rancio imperialismo franquista. Pero, después, al ocupar su cátedra en la Universidad de Salamanca, fueron sus compañeros quienes le pusieron inmediatamente la etiqueta de “carca”, no por sus enfoques historiográficos sobre Carlos V o su hijo, sino, simplemente, por el mero hecho de centrarse en tales personalidades. El profesor Manuel Fernández Álvarez (Madrid, 1921), hoy con todos los honores académicos, estudió a contracorriente del franquismo las miserias del Imperio español y, a contracorriente del ‘progre-sismo’, las grandezas del mismo Imperio. En sus magnas biografías de mil páginas -que se cuelan en las listas de los libros más vendidos en España, entre la habitual catropea de títulos de autoayuda y pseudonovelas pseudohistóricas-, el masivo aparato erudito situado sobre emperadores o validos no acartona las figuras sino que, de forma harto amena, las hace revivir y respirar, aspirar a lo más grande y caer en lo más hondo, seguir grandiosos impulsos pensando en Dios y en la historia, y también calcular con frialdad el siguiente movimiento político, a veces, ‘necesariamente’ teñido en sangre.

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Habrá tres o cuatro historiadores en todo el mundo que tengan en su cabeza una visión tan global y, a la vez, tan exacta de la España imperial del siglo XVI –algunos de ellos, bebiendo ‘demasiado’ bien (y, a veces, demasiado mal) en la obra del viejo y sabio catedrático de Salamanca. Pero ninguno habrá legado a su muerte, como Manuel Fernández Álvarez lo habrá hecho a la suya, un panorama tan equilibrado de grandezas y miserias, de una vida que nunca tuvo, mientras se desarrollaba hace cinco o seis siglos, los torpes complejos con que sus herederos la revistieron muchos, muchos años después, vergüenza contra la vergüenza de la historia de un pueblo que, como afirma Fernández Álvarez, “supo realizar su papel en la historia”. Para el anciano historiador, “la memoria histórica es una parte de la historia. La historia es ‘vita magistrae’, ‘maestra de la vida’. Procurar desviar ese noble destino de la historia con fines partidistas, y que la historia sea una arma para combatir a un adversario político, me parece muy lamentable”.

P. ¿Qué queda hoy de aquella España de máxima grandeza y esplendor, y, en ocasiones, también de máxima miseria?

R. Todo pueblo tiene en su pasado un espejo en que mirarse. Si encuentra aquello de lo que pueda sentirse orgulloso, siempre le dará una autoestima, siempre le ayudará a caminar más confiado en el presente y, por tanto, hacia el futuro. Yo creo que España fue una gran pueblo dentro de la historia del mundo. A veces, con aspectos sublimes; otras, con aspectos un poco penosos. España ha sabido realizar su papel en la historia y eso debería darle cierta autoestima a los españoles.

'Carca' por estudiar a Felipe II

P. Y, entonces, ¿por qué una parte de los historiadores ha llevado la idea de que los españoles deberíamos avergonzarnos de las grandes figuras que usted ha biografiado?

R. La propaganda de la época franquista hablaba de una España imperial en los años cuarenta como si pudiera tener una actividad imperial como en el siglo XVI. Eso, naturalmente, es ridículo, revivir un sueño imposible. Y eso dio lugar a que el estudio de las grandes figuras del Imperio se hiciera con un triunfalismo que llevó a que muchas mentes lúcidas decidieran pensar en la España de aquel tiempo sin triunfalismos. Y eso llevó a otro exceso.

Yo le voy a dar mi ejemplo personal. Yo empecé estudiando a Felipe II. Mi primer artículo, de no más de veinte páginas, lo presenté ante una de las figuras más destacadas de la historiografía de aquella época, Don Antonio Ballesteros (pdf), y recuerdo aún que, en su despacho, me dijo que cómo se me ocurría presentar los aspectos más sombríos de aquella figura puesto que me iba a buscar mi ruina porque iba en contra de la tesis oficial.

Sin embargo, cuando llegué a Salamanca, como catedrático de (Historia) Moderna, me encontré con que mis colegas, al saber que yo era especialista en Felipe II, sin más me achacaron la nota de ‘carca’. Y, hombre, no es tratar la figura política de Felipe II lo que da la nota de ‘carca’, sino cómo se trata esa figura. Se venía a igualar el estudio de aquellas figuras con el rancio triunfalismo y que, por tanto, era mejor olvidarse de las grandes figuras de la España imperial.

"Recibí la amenaza. Y reíme"

P. ¿Qué queda en la España actual de aquella España que, si me permite la expresión, pensaba ‘a lo grande’?

R. En parte queda el rechazo. El español de entonces tenía un espacio inmenso. El español de entonces ponía su planta tanto en Italia como en Perú, tanto en México como en los Países Bajos, y eso le daba un tremendo orgullo, como le dio a la Iglesia en el siglo XIX, o como le ha dado al ruso o al estadounidense en el siglo XX. Un español de los Tercios se sentía como representante del Imperio Español. En una ocasión, cuando uno de los capitanes de los Tercios Viejos cruzaba un territorio de Italia que no estaba bajo su control, los gobernantes de aquel territorio le prohibieron pasar. Y entonces escribe a sus superiores: “Recibí la amenaza. Y reíme”.

P. ¿Quiere decir entonces que ahora un español ni tan siquiera se siente representante de su propio país, no ya de un Imperio que, obviamente, no existe?

R. Ha sido tan zarandeada la historia de España por críticos, y la propaganda ha tenido efectos tan adversos en el mundo entero... Puede suceder que, al presentarse como español en los Países Bajos o en el mismo Perú, pues puede ocurrir que los indigenistas en Perú o algunos holandeses piensen en ti como si fueras...

P. ... el Duque de Alba...

R. ... el Duque de Alba en un caso, o Pizarro, en el otro. Y, claro, todo esto lo oscurece y lo enturbia todo.

La 'deuda histórica' y el 'botín perdido' de los latinoamericanos en España

P. Hoy esa Leyenda Negra sigue viva no sólo en las conversaciones más tópicas y menos informadas sino, también, en ese populismo latinoamericano victimista de Chávez, Morales o Castro. ¿Qué le diría usted al inmigrante latinoamericano que llega a España –y le hablo de una experiencia personal- reclamando la ‘deuda’ histórica de España con sus países ‘por todo el oro que nos robaron ustedes’?

R. El emigrante (lationamericano) llega a España con frecuencia con el espíritu de que ‘hemos sido robados y despojados de mala manera por los españoles, siglos atrás y, por ello, ahora, prácticamente, podemos hacer cualquier... cualquier...

P. ...cosa, porque es una ‘reparación’...

R. Sí, y en todo caso, no lo tomarían más que como una recuperación del ‘botín perdido’. Hay que enfrentarse con eso. Entre otras cosas, hay que decirle a ese emigrante que viene a España que nos parece estupendo que esté aquí. Ahora bien, que, en todo caso, que ellos, con frecuencia, se apellidan Pérez o Fernández. Y que en toda sociedad siempre hay dos grupos muy distintos: uno, expansivo y aventurero; y otro, que es recoleto, conservador y apegado a su terruño. Y que resulta que los descendientes de los aventureros son esos Pérez y esos Fernández, que fueron los descendientes de los que expoliaron en Perú, son ellos los descendientes de esos expoliadores, no los que estamos aquí, que, normalmente, somos los que nos quedamos en España. Que no se escapen a ese destino. Porque están más vinculados a esos expoliadores antiguos que nosotros.

P. ¿Considera que hoy volvemos a la religión en la política y en los grandes movimientos internacionales como sucedió en el XVI?

R. Sí, por desgracia eso se está proyectando. El historiador que hace medio siglo pensaba que ya se había superado felizmente todos los fantasmas de los fanatismos religiosos ahora ve como, de repente, ha vuelto medio mundo a enturbiar la política internacional con las ansias de expansión religiosa, y con que sólo una religión es la buena y las otras son malvadas, y que, por tanto, la guerra santa es una realidad operativa que pones en marcha... todo eso es un espanto.

El "riesgo necesario" de Turquía en Europa

P. Usted que ha estudiado toda su vida una época marcada por el Imperio Otomano en abierta ofensiva contra Europa ¿cree que Turquía es Europa?

R. Es una pregunta que le agradezco muy de veras, porque antes estaba lo pensando cuando comparábamos el siglo XVI con el actual. La Europa del XVI tenía el gran reto de la ofensiva tremenda turca. Y no hablemos de España. Pero no era sólo España. Era ‘Europa o el Turco’. Y en esa Europa, España tenía un protagonismo especial. Y a lo largo del XVI, (el Imperio Otomano) va tomando Belgrado, Budapest y llega a...

P.
... a las puertas de Viena...

R. ... y llega a Viena. Un horror. Y, por otra parte, amenaza Malta, y lleva a sus naves a las costas de Italia o de España. Era el enfrentamiento entre dos imperios, y entre dos figuras: Solimán, el Magnífico, y Carlos V, el gran emperador europeo. Hoy estamos ante la posibilidad de que un gran pueblo islámico como el turco quiere acercarse a Europa. Y ese acercamiento no va a islamizar a Europa sino que va a intentar acercarse al espíritu europeo. Ahí sí que puede haber un puente de unidad y comprensión entre el mundo oriental y el occidental.

P. Hay quien lo ve de otra forma y cree que esa incorporación de Turquía abriría precisamente de par en par al islam la puerta de Europa, una Europa sometida ya a fuertes presiones de la religión musulmana por la masiva inmigración de esa religión que ya está asentada en los países occidentales...

R. Es un riesgo. Pero es un riesgo difícilmente rechazable. El político tiene ante el futuro la incógnita de cómo funcionará su decisión. No tiene el futuro en su mano para saberlo.

P. Entonces, para usted, es un riesgo que hay que correr.

R. Sí, es un riesgo que hay que correr. Es Turquía la que quiere entrar en Europa. Y es porque creen que Europa es un modelo de sociedad abierta y democrática, que es un paso hacia un futuro prometedor.

Los moriscos, 'colaboracionistas' de los piratas berberiscos

P. Algunos estudios -y no precisamente realizados por eso que algunos llaman ahora “islamófobos”- han llegado a establecer que los moriscos eran la quintacolumna del Imperio Otomano. ¿Qué piensa usted?

R. No, del Imperio Otomano, no. Pero sí de los corsarios berberiscos del Norte de África, evidentemente. Había españoles que habían emigrado a ese norte de África, moriscos españoles, valencianos, por ejemplo, porque en Valencia existía una comunidad morisca muy importante, y que se conocían todos los caminos para llegar a los pueblos de la costa, y para entrar allí y conducir a todos sus correligionarios del norte de África en sus pillajes. Eso está estudiado y, documentalmente, probado.

P. En ese sentido, la expulsión (de los moriscos de España) ¿fue un acto justificado con argumentos de defensa nacional?

R. La expulsión vino a suponer la expulsión de un pueblo, el cristiano, que se veía atosigado y amenazado por esa minoría morisca. Sí le puedo decir que fue acogida con alivio por la sociedad española. Sin embargo, cuando la orden de expulsión se pone en marcha, se producen escenas dramáticas, cuando sacan a las mujeres, a los niños, a los hombres, de sus lugares de origen...

Toda experiencia tan dramática y tan dolorosa tiene un saldo negativo. Cervantes, por ejemplo, al principio era partidario de que se produjera la expulsión. No hay más que ver lo que nos dice en ‘El coloquio de los perros’ (pdf), cuando uno de ellos comenta las atrocidades realizadas por los moriscos, y otro responde que las autoridades ya lo tienen en cuenta y harán lo que tengan que hacer. Y, sin embargo, en la Segunda Parte del Quijote, nos presenta a aquel Ricote, aquel morisco del pueblo de Don Quijote, y con qué humanidad presenta ese caso, y cómo regresa a España...

En aquellos momentos fue la medida que parecía más adecuada. El problema era aquella minoría musulmana, que no había manera de asimilar, y llegó un momento en que la expulsión se produce como un hecho inevitable. Antes que un hecho bueno o malo, yo diría que fue un hecho que parecía inevitable.


Fuente: Nuevo digital

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