Un tesoro digno de Argantonio
Martes, 30-09-08
«El tesoro y los demás materiales obtenidos en la excavación del yacimiento, principalmente su cerámica pintada, constituyen la revelación de toda una cultura prehistórica, hasta ahora desconocida. Es imposible, por mucha que quiera ser nuestra precaución y reserva, dejar de relacionar esta cultura con el pueblo de Tartesos, la más antigua entidad política superior de todo el Occidente europeo, bien conocida por las fuentes literarias, pero de cuyo contenido material no sabíamos hasta ahora nada cierto. Esta es la inmensa importancia de estas joyas y de esta cerámica pintada, de la que puedo ofrecer una primera información, acompañada de algunas hipótesis de trabajo.»
«El tesoro está formado por 21 piezas de oro de 24 quilates, con un peso total de 2,950 gramos. Joyas profusamente decoradas, con un arte fastuoso, a la vez delicado y bárbaro, con muy notable unidad de estilo y un estado de conservación satisfactorio, salvo algunas violencias cometidas en el momento del hallazgo.»
«Lo primo que impresiona de este tesoro es su fastuosidad, por la masa de metal noble y por la profusa decoración, que cubre todas las superficies exteriores. Luego se hace evidente su gran habilidad técnica, por la realización de cada uno de sus elementos y su irreprochable montaje. Pero en seguida se impone una sensación de fatiga, por la reiteración y monotonía de sus temas decorativos, por el amontonamiento de adornos, evidentemente bárbaro. Hay una complacencia excesiva en ostentar oro y labores.»
«Un rasgo muy notable de este tesoro es su unidad de estilo. Sobre la uniformidad del material y la identidad de los métodos de trabajo, actúa una misma gramática decorativa (...) Sin duda alguna, todo esto ha salido de un mismo impulso, de un mismo taller y de un mismo tiempo.»
«Otro rasgo importante de las joyas de El Carambolo es la ausencia de cualquier elemento figurativo. Tratándose de tantas piezas, y de tanta superficie decorada, no puede ser meramente accidental esta falta de temas inspirados en el mundo de las formas vivas, este exclusivo geometrismo. Hay o debe haber aquí, más que una incapacidad para las representaciones, una repugnancia que ha de proceder de razones muy profundas.»
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Tras hacer una descripción exhaustiva de las joyas del tesoro, Carriazo escribe:
«Con esto queda dicho todo lo que es seguro de este tesoro, lo que se ve y puede describirse. Todo lo demás es problemático. Por lo pronto, el uso y colocación de estas piezas. El collar, por su larga cadena, se llevaría colgado del cuello; aunque sus paralelos más inmediatos, en joyas de Fenicia y de la Grecia arcaica, como en la plástica del mundo ibérico, son pendientes y arracadas. Y las dos piezas tubulares serán brazaletes, precisamente de brazo y no de antebrazo.»
«En cuanto a los dos pectorales, están calificados como tales por las asas de suspensión, soldadas a uno de los lados menores, que en uno de los ejemplares se ha conservado entera, es algo semejante a las anillas de los colgantes del collar. mientras que en el otro se ha perdido casi por completo, pero queda bien de manifiesto el lugar de la inserción.»
«Provisionalmente, pienso que todas estas joyas ha podido lucirlas a la vez una sola persona, probablemente un varón, llevando el collar en el centro del pecho, a los lados los dos pectorales, colgando de los extremos de una cinta, pasada por detrás del cuello, los dos brazaletes en los brazos y las dos series de placas montadas, la una sobre un cinturón y la otra sobre una corona, como ciertos ejemplares fenicios. No pretendo que todos acepten esta opinión, que formulo para provocar la oposición y el diálogo, pero me parece que este lujo barroco juega bien con el barroquismo esencial de estas joyas.»
«Y luego queda su clasificación arqueológica, y su datación. Es tarea muy larga y muy difícil, por la impresionante novedad de este lote; que ahora sólo quiero poner en circulación, para que llegue cuanto antes a conocimiento de cuantos estén en condiciones de opinar. Pero desde ahora puedo adelantar algo importante, a saber, los primeros resultados de la excavación del lugar del hallazgo. He realizado este trabajo apasionadamente con mi compañero el delegado provincial de Excavaciones, don Francisco Collantes de Terán, asistido por la señorita Fernández-Chicarro, del Museo Arqueológico de Sevilla, y el señor González Nandín, artista fotógrafo.»
«Lo primero que se encontró casi a ras de tierra, fue uno de los brazaletes, y luego, a poca distancia, en un recipiente de barro más enterrado, el resto de las joyas. Tuvimos conocimiento oficial del hallazgo dos días después, e inmediatamente emprendimos la excavación del lugar, favorecidos con toda suerte de facilidades por la Real Sociedad de Tiro de Pichón. Pocas veces hay ocasión de excavar científicamente, y desde pocas horas más tarde, el lugar donde se ha encontrado un tesoro de joyas prehistóricas. Mis amigos y yo hemos realizado, con el mayor empeño, durante veinte días, hasta dejar completamente explorado el recinto disponible. No hay que decir que hemos hecho los oportunos levantamientos planimétricos, cortes estratigráficos, fotografías seriadas, reserva de una zona-testigo, cernido total de las tierras y recogida de todos los materiales, para el Museo Arqueológico de Sevilla. Ahora llevará mucho tiempo la limpieza, clasificación y posible recomposición de los varios millares de fragmentos cerámicos (ni un solo vaso completo), y el estudio total de los materiales. Pero ya se pueden adelantar algunas conclusiones interesantes.»
«El tesoro estaba encima de un fondo de cabaña, con un lecho inferior de hasta 70 centímetros de cenizas, y luego adobes calcinados, pellas de barro endurecido con la imprimación de cañas y maderos, y en todos los niveles muchos huesos de animales, que están en estudio, pero ninguno, al parecer, humano. Ha salido una cantidad fabulosa de cerámica, toda rota de antiguo, y casi nada más. Apenas dos puntas de flechas, pedunculadas, de cobre o bronce, del tipo de un lote de 30 que aparecieron hace mucho en un túmulo del dolmen llamado Cueva de la Pastora, a cosa de tres kilómetros en línea recta del lugar del tesoro; otros pequeños fragmentos del mismo metal, muy oxidado, y una pequeña masa amorfa de hierro, al parecer. Y luego una paleta de barro cocido de tipo eneolítico, y algunos fragmentos de huevos de avestruz.»
«Pero junto a estas especies cerámicas más o menos conocidas, han salido en el yacimiento de El Carambolo fragmentos de otras especies hasta ahora desconocidas, cuyo estudio nos apasiona en estos momentos tanto o más que el del mismo tesoro. (...) Ni nosotros ni los arqueoólogos que la han visto hasta ahora, algunos especialistas muy reputados, le encontramos parecido con ninguna otra cerámica conocida. Es un mundo nuevo que se nos revela y que armoniza muy bien con el geometrismo de las joyas.»
«¿Qué pensar de todo este conjunto? Por encima de los paralelos que tenemos a nuestro alcance, todos ellos remotos; por encima de las afinidades hallstátticas y orientales, demasiado evidentes, cuya puntualización no es de este lugar, se hace imposible no relacionar el yacimiento de El Carambolo con el rico emporio de Tartesos, localizado en este valle inferior del Guadalquivir, y cuyo contenido arqueológico permanece hasta ahora desconocido; salvadas algunas plausibles hipótesis de Maluquer. El nuevo tesoro ha sido ya calificado con las atribuciones más diversas: asirio, egipcio, púnico, celta, incásico y visigodo. Pero es con toda evidencia hispánico y andaluz. Su cronología puede oscilar, con máxima amplitud, entre los siglos VIII y III antes de Cristo. A la vista del yacimiento, sin embargo, a nosotros nos parece tartésico, y del siglo VII al VI. Un tesoro digno de Argantonio.»
Fuente: ABC de Sevilla
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