A Avraham Biran (Petak Tikva, Israel, 1909) le picó el gusanillo de la arqueología cuando era un crío gracias a un profesor que enseñaba la Biblia e historia antigua: "En aquellos tiempos nos
encantaban las excursiones Biblia en mano". Biran, fallecido el 16 de septiembre en Jerusalén a punto de cumplir los 99 años, dedicó el resto de su vida, con algún intervalo, a buscar los lugares mencionados en las Sagradas Escrituras.
Y en 1993 tuvo suerte porque, aseguraba, "en arqueología todo son casualidades". Tras décadas de excavaciones en Tel Dan (al norte de Israel), él y su equipo dieron con una piedra que, según algunos expertos, es la prueba más antigua de la existencia del rey David. Son 13 líneas escritas en arameo sobre una estela de basalto, datada en el siglo noveno antes de Cristo, en las que se menciona la Casa de David, la dinastía de David. Un rey que según otros arqueólogos ni siquiera existió. En Oriente Próximo, la arqueología es un arma muy utilizada, también hoy, para reivindicar derechos históricos sobre la tierra.
Biran, nacido Bergman en lo que entonces era el Imperio Otomano, hebraizó su apellido como muchos en Israel. Pasó parte de la niñez en Egipto con su familia, la adolescencia en Palestina y sus años universitarios en EE UU. Luego, llegaron sus primeras excavaciones de verdad: en Jerusalén, Irak y Jordania. En 1937, sin embargo, colgó los bártulos de arqueólogo. Era funcionario del Mandato británico cuando salvó la vida de milagro, porque el coche que conducía pisó una mina que mató a tres de sus acompañantes. Tras la fundación del Estado de Israel, en 1948, fue diplomático y ejerció cargos gubernamentales. Pero en 1961 retornó a su pasión. Tras la Guerra de los Seis Días, coordinó las excavaciones en la ocupada Cisjordania y promovió otras en el Muro de las Lamentaciones. Casado y padre de tres hijos, dirigió durante 25 años el Instituto de Arqueología del Union College de Jerusalén.
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