Por Jean-Arsène Yao
En menos de un año de excavación, el cerro de Ventarrón nos ha revelado cuatro mil 500 años, que son los que tiene el templo que descubrió el recién pasado 6 de junio el arqueólogo Ignacio Alva, quien calificó esta edificación de “templo primigenio” de la región de Lambayeque. La construcción —una de las más antiguas de Perú—, según su descubridor, es la cuna de la cultura de la gran región de Lambayeque.
Con unos 20 metros de lado, el templo pertenece al período Arcaico precerámico (15,000 a. C.–2,000 a. C.) y forma parte de la primera de tres etapas de construcción de una gran pirámide. A diferencia de otras construcciones prehispánicas, el templo de Ventarrón no está hecho de piedras, sino de barro.
Sobre el mural se puede apreciar un diseño en relieve de dos peces cruzados, hechos de tierra y fibra vegetal; una representación que, según Alva, “tiene casi la misma técnica y el mismo tamaño” que las “Manos cruzadas” de las ruinas de Kotosh, de unos cuatro mil años de antigüedad, descubiertas en la región central de Huanuco.
Culto al fuego
Los elementos decorativos del templo fueron hallados junto a un altar circular de culto al fuego sagrado, donde se incineraron ofrendas. Esta práctica religiosa data de tiempos precolombinos y está relacionado con la producción, con la siembra y con la fecundidad de la tierra.
No en vano Ignacio Alva ha declarado que los primeros hallazgos de las excavaciones en el complejo arqueológico han revelado que los antiguos pobladores de Ventarrón estaban muy vinculados al cultivo de algodón y a un sistema de intercambio y producción de redes y textiles.
Otro de los aspectos a destacar del altar es su forma circular, que, es indudable, refiere al culto al Sol que practican los Monche, pueblo que habita la región. Éstos, al igual que los Incas, acostumbraban representar por un gran disco de oro circundado de rayos, al que adoraban en templos cubiertos de oro.
Culto a la fertilidad
Según el arqueólogo peruano —hijo de Wálter Alva, quien descubrió las tumbas del Señor de Sipán— existen más pruebas arqueológicas alrededor de Ventarrón que refuerzan la idea de que este templo fue parte de un núcleo religioso.
De hecho, el experto considera que los decorados con peces tienen un interés especial porque “están asociados a la fertilidad”. Una fertilidad que, según el investigador peruano Santiago Uceda Castillo, entre los Moche, tiene dos modalidades: la fertilidad agraria, como forma de garantizar el desarrollo económico de la sociedad, y la otra, la fertilidad social, para la reproducción de los jefes, su germinación.
La representación de los peces, así como la de las redes descubiertas en una anterior excavación, da a la arquitectura de Ventarrón unas características particulares. Estos diseños —indica Ignacio Alva— reflejan fundamentalmente “la economía de ese tiempo”, el deseo de “marcar una tradición local” y un estilo frente a las culturas del Arcaico precerámico, como la Kotosh y la ciudadela de Caral, situada a 160 kilómetros al norte de Lima.
Las dos primeras plantas
Las excavaciones arqueológicas de Ventarrón se comenzaron en agosto del 2007 con la sospecha de que pudiera esconder algo importante. Primero fueron las cenizas de un fogón cuya existencia remontaba a más de dos mil años antes de Cristo.
Luego vino la segunda fase de la construcción del templo, de cuatro mil años de antigüedad y compuesto de muros curvos, fachadas con colores rojo, blanco y verde y dibujos de aparente significado ritual, como un venado atrapado en una red. En él, además, se encontraron un altar dedicado al culto del fuego y el esqueleto de un guacamayo con un collar.
El resto de esta primera planta, que no es otra que la baja, no se conoce en su totalidad, puesto que está sepultada por los muros de los pisos superiores que en derrumbe se superpusieron. Sin embargo, el arqueólogo espera abrirla al público a mediados de este año con el apoyo de la cooperación francesa.
Efe- Reportajes
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